Alejandro Fernández conquista el WiZink Center de Madrid con las rancheras y baladas de su gira ‘Amor y patria’

El mexicano, que no pisaba el país desde 2018, inicia su recorrido por España ante un auditorio repleto, con 13.000 espectadores

Nadie en el WiZink Center de Madrid ha querido perderse las rancheras y baladas de Alejandro Fernández (Guadalajara, México, 52 años). Tras cinco años sin pisar los escenarios en España, el Potrillo de México recaló la noche del sábado en Madrid para regalar a su público un recital enérgico de folclore, tradición y baladas con toques de pop. El concierto ha sido el primero de la gira Amor y patria, que recorrerá España las próximas semanas y que pisará seis ciudades más, como Sevilla, Barcelona y Fuengirola (Málaga), antes de seguir girando por Estados Unidos y Canadá.

Vestido con su tradicional y ceñido traje de charro negro y su impresionante sombrero de mariachi, el heredero pop del rey de las rancheras irrumpió en la velada con su tema Tantita Pena ante las 13.000 personas que llenaron el recinto. Él estaba radiante con su banda de mariachis, y el público, que portaba especialmente banderas de México, entregado.

Pasaban los 20 minutos de las 21.30 de la noche –la hora de inicio del recital–, cuando el artista irrumpió en el escenario con su torrente de voz y su sonrisa impecable. Lo que le siguieron fueron casi dos horas y media de seducción con cerca de 40 canciones de toda su trayectoria, donde se celebró lo viejo y lo nuevo de una carrera que suma ya más de tres décadas. Levantó al público en numerosas ocasiones con canciones como la del borracho de la Mesa 20Tu amor me hace tanto bien, Te olvidéMe dediqué a perderteTe lo dije cantando o Inexperto en olvidarte, todas ellas fuertemente coreadas, entre muchas otras.

Desde que en 1992 publicara su primer álbum siguiendo la estela y estilo de su padre, el mexicano ha vendido más de 35 millones de discos en todo el mundo, atesora dos Grammy Latinos y hasta tiene su propia estrella de la fama en Hollywood. Parte de su éxito mundial le viene heredado al ser uno de los hijos de últimas voces icónicas de los grandes mariachis mexicanos, Vicente Fernández, la voz de El Rey, y fallecido en 2021. Hace precisamente un mes que viene Alejandro Fernández de hacer historia en la Plaza de Toros México, la más grande de América, con un lleno de 50.000 personas con un concierto homenaje a su padre, que le enseñó todo en la música.

“¡Vamos a recordar al viejo!”, gritó durante el concierto. Lo hizo a lo largo de la noche con varios temas, pero sobre todo en el popurrí final, y que coreó especialmente el público con los épicos El Rey y Volver, volver, volver.

Horas antes del concierto de esta gira organizada por Planet Events (empresa participada por el Grupo Prisa, editor de EL PAÍS), numerosos grupos de fans rondaban las inmediaciones del recinto madrileño. Como un grupo de amigas mexicanas de entre 30 y 40 años llegadas expresamente desde su residencia en Nantes (Francia) para ver, por enésima vez, al que ellas llaman “al artista mexicano por excelencia”. “Ay, El Potrillo”, suspiraba una. “Venimos porque representa la canción mexicana. Allí lo cantamos en todas las fiestas, bares y reuniones. Y para nosotras que vivimos en Europa, aún es más fuerte sentir lo que la gente le quiere en España. Aparte está guapísimo”, decía otra. Lo de guapo se repetía en cada comentario, fuera y dentro del recinto. Los hombres, que eran minoría, también lo gritaron.

Ya al filo del cierre, el artista sacó su polémico Mátalas. Como hace últimamente, dijo cantarla tarde por si alguien quería marcharse para no escucharla. “No quiero lastimar sentimientos. Aunque la canción habla de amor y solo de amor, les voy a dar chance de que salgan porque yo voy a seguir defendiendo mi canción”, dijo ante un público al que no parecía importarle el revuelo montado. Tanto fue así, que hasta fue una de las canciones más cantadas. Se despidió con el tema Estrella y, solo unos minutos antes, agradecía la respuesta del público, que había colgado el cartel de entradas agotadas: “Ya me lo dijo mi padre. A Madrid hay que volver, volver, volver”.